Adiestramos la mente, meditando.
Una forma sencilla de meditar es sentarse y mantener la espalda erguida.
No planees la meditación, solo siéntate a meditar sin preámbulo para no darle la oportunidad a la mente consciente a que se dispare con un montón de excusas para no hacerlo.
Una vez sentado solo inhala y exhala profundamente , inflando el abdomen.
Recorre tu cuerpo mentalmente dando por hecho que ya está relajado.
Y observa el aire entrar y salir de nuestros pulmones.
No se trata de emitir juicio del modo de respirar. Se trata tan solo de observar, sentir la respiración.
Si la mente se distrae en alguna molestia, sensación, emoción, o algún evento externo, simplemente abandona esa distracción como si jamás hubiera acontecido, y continua observando la respiración.
Medita dos veces al día.
Con la meditación los pensamientos se aquietan , generando un espacio entre un pensamiento y otro. Y en ese espacio de NADA, está todo.
Es un vistazo a nuestra divinidad amorfa.
Es una trascendencia al intelecto, a la lógica, a la propia personalidad
Es el espacio de no creencias.
Solo ES.
Y al tener ese contacto con SER, algo cambia en nuestra mente. Pero la mente cambiada no se percata de su cambio.
Solo nos damos cuenta si nos observamos.
El intelecto está más expandido. Las clasificaciones de “imposibles” van desapareciendo. Y el intelecto además de estar expandido no obstaculiza . Permite. No se interpone con carencias al momento de elegir una realidad.
Y las elecciones son cada vez más audaces.
En una vida consciente, las elecciones son conscientes. Nacen del intelecto.
Un intelecto expandido tiene elecciones más grandes más atrevidas.
©Móni Ciampagna
